EL ORIGEN OCCIDENTAL
Aunque algunos de sus capítulos muestren escenas de acción y al término de la lectura se tenga la impresión de que, en alguna forma laxa, se ha disfrutado de una novela de aventuras, lo cierto es que El origen occidental es, si es que tal categoría existe, una novela científica. Que, por supuesto, y el matiz no precisa de más atención, difiere radicalmente de la novela de ciencia ficción.
Así la protagonista de nuestro texto, Alba Matí, es una licenciada en historia especializada en arqueología. El yacimiento sobre el que interviene pretende ser real y verídicos (además de verosímiles) son también los procesos extractivos de huesos y otros restos paleontológicos. Asimismo, se procuran respetar los pasos del método científico, de forma que las conclusiones que se obtengan del trabajo puedan ser aceptados por la comunidad científica que es, después de todo, uno de los objetivos principales de cualquier paleontólogo cuando se pone a trabajar (el otro suele ser la divulgación cultural).
Es decir, se parte de una verdad para llegar a otra verdad.
¿Siempre?
Y he aquí el tema principal de la novela, el que sin ser explícito en la trama, ni en las actitudes de los personajes, recorre de la primera a la última página, como una de esas corrientes que cruzan invisibles y subacuáticas los más tranquilos lagos, las más plácidas superficies de agua en aparente reposo: la manipulación de la historia.
De la Historia (con mayúscula) de los historiadores para que no haya confusión. En este caso una historia paleontológica, pero relato histórico al fin y a la postre.
¿Y la pregunta que se debe hace el próximo lector de El origen occidental es ¿se parte de una verdad o es mentira? El punto de llegada, a su vez será cierto ¿o hay una burda manipulación que la convierte en falsa?
“¿Dónde me encuentro?”, esa es la pregunta que ante la disyuntiva anterior, podría preguntarse alguno de los personajes del relato. “De la mentira a la mentira, de la mentira a la verdad, de la verdad a la mentira o, como sería deseable, de la verdad desconocida a la verdad científica”. Esta última no es la Verdad con mayúsculas, pero trata de acercarse con método y sinceridad a ella.
Ahí está el centro de la cuestión, la pregunta, preguntas que angustiarán a Alba Matí, la mujer que en su nombre y apellido lleva siempre el Amanecer, como si solo ella pudiera tener el acceso al nacimiento del nuevo día, de la nueva ciencia.
La respuesta, aunque se dispongan de todos los datos, resulta confusa. Al menos para Alba Matí pues ella aparece condicionada por una interferencia que es difícil de soslayar: La amistad y el amor.
Un viejo dicho castellano dice “los amantes son ciegos, pero los vecinos no”.
La novela no baja al nivel de chafardear desde detrás del visillo, es cierto, pero sí que nos plantea, en clave de relación social, como elegimos nuestras amistades ¿las elegimos realmente? ¿O son una especie de eslabones de una cadena de la cuál cualquiera puede formar parte sin que su voluntad tenga demasiado poder de decisión? Y si es así ¿elegimos a la persona amada?
En la narración, y con ello concluirán estas líneas, los personajes se ven obligados a moverse dentro de una ecuación con dos variables que desconocen, la primera de ellas es la manipulación histórica, la otra la personal y amorosa.
Hay ecuaciones que no tienen solución, tal vez esta de El origen occidental sea una de ellas.
Vicente García Campo