El presente artículo apareció en el número 82 (mayo 2015) de la revista teatroexpresióneducación
NOVELISTAS Y DRAMATURGOS (I)
«Y dijo Dios: -Que exista la luz».
El apogeo imparable de la novela como género literario preferido por el gran público (con todo lo que conlleva respecto de la profesionalización del escritor, reconocimiento social etc.) y una tendencia, superada en parte, de un teatro que daba prioridad al espectáculo escénico sobre el texto dramático, hicieron que durante las últimas décadas, salvo honrosas excepciones, la figura del novelista-dramaturgo fuera poco habitual.
No siempre ha sido así. Hay varias figuras clave del teatro español que han conseguido un nivel altísimo en las dos disciplinas. Es el caso, por ejemplo, de Valle Inclán. O de Pérez Galdós. Otros escritores, aunque produjeron dramaturgia y novelística no consiguieron rayar a la misma altura en las dos disciplinas. Por ejemplo, el teatro de Baroja es decepcionante. Y Cela no tiene nada en su escasa producción teatral comparable a La Colmena. En otras latitudes sucede algo parecido. Así, en ámbito anglosajón, Harold Pinter desciende varios escalones si comparamos la novela que escribió con sus textos teatrales. Y Henry James, que ya era un conocido novelista cuando probó fortuna con el teatro, cosechó un fracaso detrás de otro en las tablas.
Al observar la diferente calidad, en un mismo autor, entre los textos narrativos y dramáticos se hace evidente algo que sabemos todos aunque en ocasiones cueste reconocerlo, no solo en literatura sino en cualquier otra faceta de la vida:
No es lo mismo tocar la guitarra que el violín
No hace mucho, el periodista Toni Puntí al enterarse de que era dramaturgo y novelista me preguntó cómo sabía cuando una historia que me rondaba por la cabeza se iba a convertir en una novela o en una obra dramática. Me pillo desprevenido. Mi respuesta fue confusa; en realidad no lo sabía o si lo sabía me resultaba imposible explicarlo. Aquel día le hablé acerca del conflicto como motor de la acción teatral y del desarrollo psicológico del personaje novelesco. Todo ello en términos muy teóricos y diría que muy aburridos. Recuerdo su cara al final de mi respuesta:todo un poema, lo cual significaba que me había expresado fatal y que reconducir la entrevista le iba a costar un buen esfuerzo. Sin embargo, la entrevista siguió, el fue lo suficientemente hábil como para bajarme de mi nube teórica a la tierra de lo concreto y nadie pareció darse cuenta de lo importante que había sido esa cuestión para mí.
Es por eso que luego le di vueltas y traté de encontrar una respuesta lógica a una pregunta que, en realidad ni me planteaba. Las historias, al menos en mi caso, ya nacían siendo teatro o novela. No tenía por qué reflexionar sobre su naturaleza. Aún así me pareció que no estaría mal husmear por la intimidades del teatro, de la novela y de la evolución de los dos géneros para tratar de delimitar los términos del caso.
En las líneas que siguen no voy a dar respuesta a esa pregunta que me descolocó porque creo que es algo acerca de lo cual deben reflexionar todos los creadores ya sean novelistas, dramaturgos o ambas cosas a la vez. Cada uno tendrá su propia opinión que podrá coincidir en mayor o menor medida con la mía, pero lo que si haré es aprovechar para caracterizar, limitar y averiguar que tienen en común y que diferencia a ambos géneros.
He de señalar que es una primera aproximación al tema y también que intentaré que las opiniones que aquí vierta sean más las de un creador que trata de sincerarse que no las de un teórico de la literatura que trabaja más bien a partir de la disección de obras.
Luego que cada uno saque sus propias conclusiones y cargue con ellas.